Una niña pequeña, uniformada de cuello de plástico blanco, moño rojo, mangas largas, zapatos negros. Día de gala, hay que ir a la Basílica, es fiesta; a hacer valla a alguien importante que llegaría a la iglesia; hace frío, todas derechitas desde la entrada del atrio hasta la puerta de esa basílica imponente, con la escultura blanca de JuanDiego (que entonces no era santo todavía), la nave central siempre reservada para la gente importante, ella no lo era, pero esa mañana constató que sí, sí era importante para la Dueña de la basílica.
Después de la fiesta religiosa habría en el colegio una solemne ceremonia cívica en la que ella llevaría la bandera, ¡que honor! Pero se da entonces cuenta de su fatal olvido: no lleva los guantes blancos imprescindibles de una abanderada, entra en angustia, imagina el desastre; todo se la viene encima, y entonces piensa, le pediré a la Virgen, sí le pediré que Ella lo arregle. No sabe cómo lo hará pero tiene la certeza de la efectividad de su súplica, y recupera la calma.
Ya de vuelta al colegio, el corazón le retumba en el oido, todas formadas: un anuncio en el micrófono: no habrá ceremonia cívica. Una gran carcajada; gracias! gracias!, lo sabía de alguna u otra forma Ella se lo arreglaría.
domingo, marzo 09, 2008
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5 comentarios:
!Jesús! !Me has recordado mi infancia!Muy bonito. Nosotros llevabamos una banda celeste en la cintura en el uniforme de gala y tambien acudiamos a Ella para todo. Yo lo sigo haciendo.
y es que a Ella le importa todo lo nuestro... desde los guantecitos hasta la cosa más importante.
¡Viva La Virgen, María Santísima de Guadalupe!
que bonita anecdota
Dile a la Virgen que quiero ir a Africa
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